Hombres con voz de mujer.

Alfonso Cárcamo
5 min readJul 10, 2020

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Hace un par de semanas fui testigo auditivo de un debate que se llevaba a cabo en el Congreso. En la medida en que oía pero no veía el debate, me llamó la atención que dos voces de mujer estuvieran diciendo las cosas que decían, por lo que lo primero que me vino a la cabeza fue que dos hombres (no de los más avanzados en sus ideas) con timbre de voz femenino estaban hablando sobre la igualdad entre hombres y mujeres. Cuál fue mi sorpresa cuando al acercarme a la pantalla vi en acción a la Ministra de Igualdad y a la diputada Macarena Olona.

Vayan por delante mis disculpas por la osadía, de siendo hombre opinar sobre un debate entre dos mujeres acerca de la igualdad. Mi legitimación no viene por el sexo, sino por la moderación y el sentido común (al menos en dosis mayores que otros/as que opinan al respecto), por el hecho de ser hermano de dos hermanas con las que he compartido libros de texto heredados, ropa, e incluso baño hasta edad tardía, y especialmente por ser padre de dos niñas y un niño a los que trato lo mejor que puedo y sé, repartiendo mis errores por igual entre los tres con independencia de su sexo.

Debatía hace unas noches con un familiar cuya inteligencia admiro, sobre la necesidad de políticas o normas de discriminación positiva, no sólo entre hombres y mujeres, sino para otros ámbitos como la raza, la pobreza o la desigualdad de oportunidades de cualquier tipo. Él sostenía que el artículo 14 de la Constitución ya proclama la igualdad en todos los ámbitos, por lo que no se hace necesaria y no estaría justificada ninguna otra fórmula adicional de intervención o injerencia. Mi opinión es que si bien el artículo 14 recoge un objetivo esencial, la realidad no es acorde con la mencionada proclamación, y de igual modo que deben aplicarse políticas que permitan equilibrar aspectos que la sociedad y el género humano no somos capaces de corregir (qué es el sistema tributario o de pensiones y prestaciones bien entendido si no un reequilibrio de oportunidades en la vida de las personas), deben también corregirse aspectos culturales y estructurales que impiden una igualdad efectiva.

Son necesarias por ello políticas y acciones de discriminación positiva, que permitan equilibrar las oportunidades que todos tengamos a lo largo de una vida, y con ello el derecho a equivocarnos las mismas o parecidas veces con unas consecuencias similares. La libertad y la igualdad no consisten en llegar todos al mismo punto, sino en contar con similares posibilidades de elegir, y por ello de acertar o equivocarnos. Y a partir de ahí, serán el esfuerzo, la capacidad de cada uno, y especialmente la suerte (aunque negada por los nacidos para la gloria), las que marquen la diferencia. Y esa suerte no puede estar vedada eternamente a algunos, y si así fuera, deberán aplicarse nuevas medidas de discriminación positiva para cambiar la tendencia. En eso consiste la justicia y la solidaridad, y en eso consiste la igualdad.

La diferencia entre la posición de Irene Montero y mi planteamiento, es que mientras yo defiendo la discriminación positiva, ella defiende la discriminación negativa. No se trata de penalizar a los hombres sino de aplicar políticas de igualdad para las mujeres, no se trata de aplicar como define alegremente en la web de su ministerio “el feminismo al conjunto de políticas públicas del gobierno de España” sino de apoyar con medidas de discriminación positiva la consecución material que no formal de la igualdad. No se trata de crear enemigos ni víctimas, sino de fomentar la igualdad de oportunidades, de toma de decisiones a lo largo de una vida, y de evitar que patrones establecidos y un sesgo cultural lo impidan. Si introducimos una connotación negativa en los hombres y los hacemos responsables, perdemos al mejor aliado que necesitamos para la consecución de la igualdad efectiva. Si en lugar de enseñar y

concienciar, culpamos, no obtendremos más que una reacción defensiva. Se puede culpar al hombre de la pérdida de oportunidades para una mujer por la sobrecarga de cuidado de los hijos, o se puede explicar al hombre sus responsabilidades como padre y pedirle e incluso obligarle a que las asuma. Siendo parecido no es ni de lejos lo mismo. Un ejemplo de lo ridículo de ese planteamiento está en sus declaraciones acerca de una de las herramientas clave para la conciliación de la vida personal y laboral, esto es el teletrabajo. Siendo una de las demandas esenciales para permitir esa ansiada conciliación, la pandemia y la expansión durante la misma del teletrabajo ahora preocupan a la presunta feminista número 1 de España. Y ello por la simple razón de que considera que hay promociones, ascensos y otras palmaditas del jefe que sólo se consiguen “estando y dejándose ver”, en declaraciones más propias del más casposo responsable de recursos humanos de una empresa en los primeros capítulos de Cuéntame. Sólo falta que recomiende a las mujeres quedarse a tomar esos combinados “afterwork”, ya que ahí es donde se cocinan las cosas. Ni hombres ni mujeres deberían estar o dejarse ver, ni tomar copas para que se les valore por su dedicación y profesionalidad.

La diferencia entre la diputada Olona y mi planteamiento, es que ella considera que la igualdad es real, que no hay ningún elemento que merezca una corrección o intervención pública, y lo hace tomando su propio ejemplo, y señalando que el esfuerzo permite llegar a cualquier parte. Desde luego ignoro las oportunidades que la vida le ha dado a Macarena Olona, y ello no le resta ningún valor a su carrera, pues si las ha tenido las ha aprovechado con creces, y si no las ha tenido, el sobreesfuerzo habrá sido enorme. Capacidad y talento le sobran, aun cuando lo despliegue en un extremo de la balanza en lugar de hacer como me gustaría, más peso en el centro tratando de moderar un poco los ánimos. Pero ello no permite considerar que no hay otros que necesitan políticas que les den oportunidades, alguna o más de las que han tenido e incluso han gastado de manera infructuosa, ello no puede impedir ver que hay una tendencia (sin perjuicio de excepciones) a que las madres sean más madres que trabajadoras y a que los padres seamos más trabajadores que padres, y por ello sería bueno buscar fórmulas que eduquen a la sociedad, y que permitan en la medida de lo posible que las decisiones se tomen no por ser hombre o mujer, sino por ser persona, sea cual sea la decisión (legítima y respetable) que tome cada cual y le lleve donde le lleve la misma.

La próxima vez que debatan, para evitar sobresaltos cambien el discurso o agraven el tono de voz.

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